Esteban Torres Cobo

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La confesión

Q ueridos amigos, tengo una confesión que hacer a todos ustedes: me he equivocado por siete años seguidos. He sido un iluso y un cantamañanas. 

Sin embargo, hoy les pido perdón, me arrepiento por mis pecados y, además, solicito su ingenio para determinar una penitencia adecuada para mí—porque la merezco.

¡Ojalá no sea una tan severa como la de Emelec a Barcelona! Pero una que me haga entender, al fin, lo mal que me he manejado. Yo no he sido correísta y quiero que hoy, de manera pública y cristalina, sepan que me he convertido en uno, por los siglos de los siglos (o los 300 años que seguramente duraremos).

Y quiero que esto pase a la historia, como la conversión del temible Saulo de Tarso en el correcto San Pablo, aunque un poquito más criolla y menos divina.

El 2006, cuando mi presidente-candidato-ciudadano-luz se enfrentó a Alvarito en segunda vuelta, voté por Alvarito. Me asusté porque pensé que se vendría un Estado glotón y controlador como el de Chávez en Venezuela y no voté por la Patria Altiva I Solidaria. El 2007, cuando la poca -pero existente- institucionalidad fue desmantelada me opuse vehementemente. ¡Hoy me doy cuenta lo bien que nos sentó la desaparición de esos cortos contrapesos!

Luego, el 2008, voté en contra de una Constitución que es perfecta, noble y justa. Pensaba que sería peligrosa pero resultó ser el escudo de los indefensos ciudadanos, un verdadero manojo de normas que exudan garantismo y protección en cada letra. ¡Amén por esa belleza constitucional, debería ser un poema renacentista!

Pero mis pecados no terminaron ahí. El 2009 voté por Lucio porque mi aversión a todo lo verdeflex continuaba y cualquier, pero cualquier cosa, parecía mejor. El 2011 mi voto en la consulta popular fue un rotundo "NO"  en las diez preguntas. Si bien me incomodaba la pregunta que cambiaría definitivamente la justicia, en el fondo me dejé llevar por mi amor a las corridas de toros y a las peleas de gallos y voté no. Para cerrar con broche de lata, el 2013 voté por Lasso y esperé, con muchas ansias una segunda vuelta.

Pero todos esos errores ya pasaron. Hoy, en esta fecha donde la seriedad impera y las mentiras escasean, quiero confesarlos y suplico su perdón. Feliz 28 de diciembre.

©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 28 de diciembre del 2014)