Simbolismos navideños
De todos los mensajes navideños que gobernantes y políticos han dado en estas fechas hay uno interesantísimo que vale la pena destacar: el del Rey de España.
Bueno, dos, para ser francos. Admito que es imposible olvidar el mensaje del presidente Correa y de Glas (o reírse con las ingeniosas parodias) en lo que más parece un comercial de aceites para cocinar que un saludo navideño.
Pero el del Rey ha sido interesante por la cantidad de simbolismos que ha retomado en un momento complicado para su país. Primero, ha abandonado el lugar desde donde su padre los daba y él mismo lo dio el año pasado.
Del menos pomposo y hasta más modesto Palacio de la Zarzuela (una mansión en realidad, no un palacio) se ha vuelto al símbolo del poder español: el imponente Palacio Real. Segundo, se ha sentado solo, en una silla céntrica y dominando el escenario de la habitación más importante de España: el Salón del Trono.
Vestido con traje de buen corte y corbata impecable (admirada hasta por el propio Pablo Iglesias de manera irónica) demostró confianza y firmeza.
Ya no hizo falta la tupida barba que llevó el año pasado cuando todavía necesitaba demostrar valía propia para ganarse el respeto de los ciudadanos luego de la agitada abdicación. Hoy era un personaje más sereno y maduro.
Si el 2014 gran parte del mensaje se dirigió a calmar a los ciudadanos por los recurrentes escándalos de corrupción, el de hoy ha evocado la grandeza pasada de la nación, una y otra vez. ¿Los objetivos? Llamar a la unión y a la responsabilidad.
Es que la política en España ya no se juega a dos bandas sino a cuatro, con dos personajes que parecen complicar la estabilidad del país: el "Coletas", muy hábil e inteligente y don Pedrito Sánchez, muy mediocre y por eso peligroso.
© Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 27 de diciembre del 2015)