Esteban Torres Cobo

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Núremberg: fascinación por el líder

Sin duda alguna, uno de los libros más interesantes y sensacionales que he leído este año ha sido “Las Entrevistas de Núremberg”. Esta peculiar obra recoge las entrevistas realizadas por el médico y psiquiatra, Leon Goldensohn, a varios de los nazis capturados luego de la caída del Tercer Reich. La edición es un prolijo y enriquecedor aporte de Robert Gellately que trae a la luz el contenido de éstas entrevistas, luego de 50 años sin que se supiera su contenido.

Goldensohn fue, precisamente, el psiquiatra de la prisión de Núremberg encargado de mantener la salud mental de los presos hasta que éstos fueran juzgados en los famosos “juicios de Núremberg”. Allí, la posición de Estados Unidos y Gran Bretaña sobre la necesidad de que los criminales tuvieran un juicio justo, donde se les garantizara la presunción de inocencia y la posibilidad de ser declarados no culpables de algunos cargos, se impuso frente a la tesis de los soviéticos que querían juicios aleccionadores y espectaculares, sin mirar tanto procedimiento y justicia. 

Durante todo ese tiempo el médico recopiló información y encontró, gracias a la sinceridad de muchos de los presos, las raíces psicológicas por la cuales esos individuos apoyaron ciegamente a Hitler. Descubrió la fascinación que generaba el Fuhrer en sus seguidores, la mayoría de ellos muy instruidos y sagaces, como el arquitecto predilecto del nazismo: Albert Speer.

En el libro se destacan las entrevistas a personajes esenciales del nazismo considerados grandes criminales de guerra como Hermann Göring, Rudolf Hess o Alfred Rosemberg. También se encuentra mucho sobre la personalidad de Hitler. Wilhem Frick, por ejemplo, creía que el Fuhrer era un genio, aunque sin ningún tipo de autocontrol y límites. Según Frick, su falta de moderación era un defecto y solo escuchaba a dos asesores, Bormann y Himmler, criminales de la peor calaña. 

En otra entrevista, Göring le confiesa a Goldensohn que para él existieron dos Hitler: uno hasta el final de la guerra con Francia y otro con la campaña de Rusia. El del principio era un personaje genial y agradable, con una fuerza de voluntad extraordinaria y una inusitada influencia en la gente. Encantador y de buena voluntad, siempre diciendo la verdad. El segundo, que terminó con el suicidio era, por el contrario, muy suspicaz, tenso y con una facilidad para molestarse por cualquier cosa, además de desconfiado en grado extremo. Relata como en sus últimos días el líder tenía los nervios desechos y una condición física totalmente destruida.

©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (martes 17 de diciembre de 2013)