Esteban Torres Cobo

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Mamá, me fui a luchar por Venezuela

H oy es un día crucial para Venezuela y para Latinoamérica. 

Escribo estas líneas sin saber lo que pasará este 18 de febrero. 

Con incertidumbre sobre cuantos jóvenes más morirán peleando en las calles por su libertad. 

Con incertidumbre sobre lo que un gobierno ilegítimo, abusivo y dictatorial será capaz de hacer para mantenerse en el poder, del cual se ha nutrido como sanguijuela hambrienta por varios años. 

Lo de Venezuela nos concierne a todos. Nos debería indignar a todos. Nuestro silencio únicamente nos hace cómplices de la masacre que nuestros hermanos venezolanos están sufriendo. No seamos como todos esos cobardes presidentes latinoamericanos que callan temerosos ante la tragedia. ¿Dónde está el amigable Mujica? ¿O la demócrata Bachelet? ¿Ya se pronunció la poderosa Dilma o los pacifistas Santos y Humala? 

Todos callan. Los otros ni siquiera merecen mención y ustedes conocen bien quienes son. La historia los juzgará. Se acordará también de aquellos que, a pesar de no estar en el poder, saben las magnitudes de esta lucha y la denuncian valientes cada día, como Álvaro Uribe.

El país llanero despertó. Jóvenes de todas las tendencias y de todos los colores han liderado las protestas y están marchando estos momentos por su país y por su futuro. Han llegado a una conclusión: el gobierno asesino y destructor de la economía no puede continuar. Ellos ya no pueden darse ese lujo. Si no los sacan, los “enchufaos” seguirán saqueando el país, sin dirección política más que el robo y la persecución. 

Y ya lo han decidido: se irán por las buenas o por las malas. No hay medias tintas. Quizás por eso, las figuras de Leopoldo López y de María Corina Machado han cobrado un nuevo protagonismo frente a la de Capriles. Sin embargo, y lejos de dividir sus esfuerzos, yo prefiero considerarlos a todos como pilares de la lucha por Venezuela. Esta lucha histórica les supera y ellos lo saben. López liderará hoy una marcha que le podrá costar la vida. Su familia ya se ha despedido de él.  

Los gobiernos totalitarios tienen su fin. Los pueblos se dan cuenta y, cuando sienten que están acorralados, salen a las calles.

Jóvenes como Bazil Alejandro Dacosta son la esperanza. Antes de salir y ser asesinado en las protestas le dijo a su madre: “Mamá, me fui a luchar por Venezuela, si no vuelvo me fui con ella”. No lo olvidaremos jamás.

©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (martes 18 de febrero de 2014)