Mamá, me fui a luchar por Venezuela
Hoy es un día crucial para Venezuela y para Latinoamérica.
Escribo estas líneas sin saber lo que pasará este 18 de febrero.
Con
incertidumbre sobre cuantos jóvenes más morirán peleando en las calles por su
libertad.
Con incertidumbre sobre lo que un gobierno ilegítimo, abusivo y
dictatorial será capaz de hacer para mantenerse en el poder, del cual se ha
nutrido como sanguijuela hambrienta por varios años.
Lo de Venezuela nos
concierne a todos. Nos debería indignar a todos. Nuestro silencio únicamente
nos hace cómplices de la masacre que nuestros hermanos venezolanos están
sufriendo. No seamos como todos esos cobardes presidentes latinoamericanos que
callan temerosos ante la tragedia. ¿Dónde está el amigable Mujica? ¿O la
demócrata Bachelet? ¿Ya se pronunció la poderosa Dilma o los pacifistas Santos
y Humala?
Todos callan. Los otros ni siquiera merecen mención y ustedes conocen
bien quienes son. La historia los juzgará. Se acordará también de aquellos que,
a pesar de no estar en el poder, saben las magnitudes de esta lucha y la
denuncian valientes cada día, como Álvaro Uribe.
El país llanero despertó. Jóvenes de todas las tendencias y
de todos los colores han liderado las protestas y están marchando estos
momentos por su país y por su futuro. Han llegado a una conclusión: el gobierno
asesino y destructor de la economía no puede continuar. Ellos ya no pueden
darse ese lujo. Si no los sacan, los “enchufaos” seguirán saqueando el país, sin
dirección política más que el robo y la persecución.
Y ya lo han decidido: se
irán por las buenas o por las malas. No hay medias tintas. Quizás por eso, las
figuras de Leopoldo López y de María Corina Machado han cobrado un nuevo
protagonismo frente a la de Capriles. Sin embargo, y lejos de dividir sus
esfuerzos, yo prefiero considerarlos a todos como pilares de la lucha por
Venezuela. Esta lucha histórica les supera y ellos lo saben. López liderará hoy
una marcha que le podrá costar la vida. Su familia ya se ha despedido de
él.
Los gobiernos totalitarios tienen su fin. Los pueblos se dan
cuenta y, cuando sienten que están acorralados, salen a las calles.
Jóvenes como Bazil Alejandro Dacosta son la esperanza. Antes
de salir y ser asesinado en las protestas le dijo a su madre: “Mamá, me fui a
luchar por Venezuela, si no vuelvo me fui con ella”. No lo olvidaremos jamás.
©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (martes 18 de
febrero de 2014)