Bancos y planificación central
La existencia de bancos centrales no ha sido positiva para
los países. A lo largo de la historia han causado crisis globales y han
propiciado la destrucción de abundante riqueza individual.
En pocas palabras: han
quitado valor al dinero, año tras año. Han impreso billetes sin respaldo
suficiente, fijado tasas de interés indiscriminadamente y se han asociado con
gobiernos y malos banqueros para prestarles (o regalarles) dinero ajeno.
Y, lo peor de todo, recibiendo de ellos felicitaciones por
las nuevas cuotas de mercado otorgadas a dedo. Eso sí mercantilismo puro y
planificación central obscena. Tampoco hubieran pronosticado que, mediante una
ley, un gobierno pretendiera tomar el control de toda la liquidez de dinero que
circula entre sus ciudadanos (Código Monetario que se viene).
Los bancos centrales siempre han servido para realizar estas
truculentas movidas y en el Ecuador su papel ha sido lamentable. Con el sucre,
el BCE fue un expendedor alocado de billetes sin respaldo. Por suerte llegó la
dolarización y evitó que la riqueza de los ecuatorianos desapareciera totalmente.
Sin embargo, hay que saber que no siempre existió un banco central
en Ecuador. Apareció en 1925 luego de una larga historia de bancos privados
que, a pesar de que lo que pensemos, funcionaban bastante bien sin un jefe
mayor. Hasta imprimían su propio dinero (el dinero privado es posible, aunque
no lo crea).
En la “crisis de la plata” (años 1890-1900) por ejemplo, en
donde se discutió la conveniencia de implantar el sistema monetario basado en
el “patrón oro” debido a la dramática desvalorización del sucre que, en ese
tiempo, se basaba en el metal plata, los bancos no tuvieron un comportamiento
errado. El Banco del Ecuador propuso que se estableciera como unidad monetaria
el “sucre de oro”. Así, el valor intrínseco de la moneda evitaría la fuga de
capitales y la carestía de la vida. La Cámara de Comercio de Guayaquil también presentó
una propuesta para que todo el sistema esté basado en el patrón oro. El
gobierno pedía consejos a la banca privada y obtenía respuestas sensatas.
(*)Las fuentes históricas están basadas en los estudios económicos de Guillermo Arosemena.