El lobo de Wall Street
La magia de Martin Scorsese se siente en una película. Su
maestría es fácilmente detectable para el espectador, incluso para el menos
cinéfilo.
Lo que viene después es simple: se convierte en un realizador de culto
y genera dependencia. Cada película es esperada, comentada, imitada y
permanece, inevitablemente, en el imaginativo popular.
Su talento le ha
permitido concebir películas como “Taxi Driver” o “The Departed”, producir
series como “Broadwalk Empire” y hasta documentales sobre Bob Dylan.
Su última obra, “El lobo de Wall Street”, es otra gran pieza cinematográfica. En ella se consolida una de las relaciones más fructíferas del cine actual: Leonardo DiCaprio-Martin Scorsese.
Su última obra, “El lobo de Wall Street”, es otra gran pieza cinematográfica. En ella se consolida una de las relaciones más fructíferas del cine actual: Leonardo DiCaprio-Martin Scorsese.
En “El lobo de Wall Street” el espectador no tiene descanso
en las casi tres horas que dura la película. La carga estimulante que se
inyecta al recrear la vida de excesos del millonario “lobo”, Jordan Belfort, es
gigantesca. No se guarda ninguna discreción (la película es para mayores de 18
años) y uno llega a conocer al personaje excéntrico, poco pundonoroso y
ambicioso que es Belfort. Además, la sola aparición de la despampanante Margot
Robbie ya cubre, con creces, el valor de la entrada al cine. Usted no pierde.
Belfort fue un genio en la venta de acciones ultrabaratas
(penny stocks) a todo tipo de inversionistas. La mayoría de veces, esas
acciones eran pura basura que no reflejaba negocio alguno y los aventurados perdían
su dinero rápidamente. En principio, vender este tipo de acciones no es nada
cuestionable. Es un negocio más donde el inversionista invierte bajo mucho
riesgo y puede, eventualmente, ganar bastante plata. Es la dinámica del
mercado. Sin embargo, Belfort mentía hábilmente para vender ese tipo de
acciones y quedarse con la comisión de la transacción. Eso claro, es estafa.
Lo curioso es que ni DiCaprio ni Scorsese pretenden dejar
consejos morales con esta película (lo que me parece muy gracioso). De hecho,
varios han sido los cuestionamientos a la película y a la dupla productora por
reflejar únicamente la conducta caligulesca del joven Belfort y olvidarse de
condenarlo moralmente. Las tres horas son un elogio a sus excesos, a sus
mujeres y a su estilo de vida. Quizás Hollywood quería algo “políticamente
correcto” todavía en los rezagos de la crisis económica. Pero a Scorsese no le
ha importado. Bueno… es Martin Scorsese.
©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (martes 4 de
febrero de 2014)