Hasta la coronilla

Nunca he visto tantos ecuatorianos indignados (y golpeados) cómo con las últimas salvaguardas
impuestas.

Nunca. Durante estos ocho años, no ha habido reacciones comparables a ésta.

Tal vez será porque vemos de tan cerca el descalabro de Venezuela o porque simplemente todo sube de precio tan rápido, pero lo cierto es que no hay familia ecuatoriana que esté tranquila.

¿Qué pasó? ¿Cómo llegamos a un punto tan crítico si hasta hace pocos meses éramos el “milagro ecuatoriano”? ¿Es todo culpa del sector externo o, como es lógico, el modelo no ha sido perfecto?

Desabastecimiento en Venezuela
Evidentemente, las previsiones económicas algún rato tenían que cumplirse. Es que la economía no admite mentirillas. Si uno gasta como loco, no ahorra y, además, se endeuda sin contemplaciones algo malo tiene que pasar. 

Los que desde los inicios cuestionaron la eliminación de los fondos de ahorro que se mantenían con los excedentes del petróleo como el FEIREP y el FEISEP (incluso cuando Correa era ministro de economía) no lo hacían por llevar la contraria.

Los que cuestionaban que la economía viva al día confiando sólo en el petróleo y no en el sector privado no lo hacían por llevar la contraria. Un país que se cuida no tiene que clavar paquetazos a sus ciudadanos y quitarles, cada vez más, opciones y libertades. Esto no es justo y molesta.

Hoy veo a personas organizando a sus grupos de amigos para marchar este 19 de marzo. Personas a las que no les interesa la política ni la economía pero que, con razón, no les gusta pagar 230 dólares por una llanta que cuesta 120. O pagar más de cincuenta dólares por una botella de Johnny Walker Rojo que en el 2007 costaba quince. Y ni hablar de medicinas o de computadoras.

¿Cómo puede decir el ministro de finanzas “no se compre hoy la laptop, cómprese el próximo año? ¿Ahora nos dicen qué comprar?

©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 15 de marzo de 2015)
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