Esteban Torres Cobo

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Que la tierra te sea leve, Fandiño


"Sit tibi terra levis" escribían los romanos como epitafio en las lápidas de la época precristiana. "Que la tierra te sea leve", un mensaje al más allá mucho más profundo y complejo que el actual "que descanses en paz". 

Una expresión que le hablaba al difunto cómo si su esencia no se acabara con la tierra que lo tapaba y como si la etapa terrenal no fuera sino el preámbulo de algo más.

Bailar con la muerte y coquetear con ella en numerosas piezas no es privilegio ni aspiración de muchos. De nadie, quizás. 

Son pocos los que transgreden esta parada humana para arriesgarse y vivir más sabiendo que todo puede acabar en un minuto. En un instante. En un resbalón con dl capote en un toro que ni siquiera les correspondía torear. Así de rápido y así de fulminante.

Iván Fandiño, como reconocen todos los entendidos, era un torero que se jugaba la vida en cada corrida. Que bailaba con la muerte en cada faena y la tentaba con cada pase. 

No todos los toreros, así estén en el ruedo, se calcen un traje de luces y se enfrenten a un toro, se la juegan como Fandiño. No todos se miden con los más complicados y con los más peligrosos. Fandiño lo hacía. Y mientras lo hacía a todos nos convencía de que miedo no había.

Por eso el mundo de la tauromaquia y del arte en general pierden hoy a un gran hombre como Fandiño. 

A un bailaor persistente en la búsqueda de la vida y la adrenalina el juego de la muerte y del honor. Quienes en redes han burlado su partida son miserables y desgraciados. Inertes. 

La mayoría lo recordaremos y esperaremos que la tierra sólo le sea leve. ¡Aguante matador!

Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 25 de junio del 2017). 
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