¿Casarse a los 20?



Un tema que llama mucho la atención sobre las últimas generaciones y que parecería no importar en estos tiempos, es el uso que le damos a nuestros años. Específicamente, el uso que le damos a nuestra segunda década: los veinte. 

Se cree que esa década sirve para practicar lo que seremos en el futuro, sin asumir responsabilidades determinantes. Se practica en el trabajo y hasta en las relaciones personales. 

De hecho, esto es quizás lo más preocupante. Las últimas generaciones ven con ojos raros a los abuelos o incluso a los padres que se casaron muy jóvenes. Muchas veces los acusan de desaprovechar su vida y de perder su libertad tan temprano. Critican a los que asumieron responsabilidades importantes antes de “viajar por el mundo” o “conocer muchas personas”. 

Peor aún en un país como el Ecuador, donde los matrimonios jóvenes eran un hábito recurrente. Sin embargo, ¿qué tan lógico es cuestionar este tipo de decisiones? El posponerlo todo, desde un trabajo que realmente nos interese hasta una relación personal que tenga futuro, puede ser un gran riesgo cuando pasen los años.
   
Los veinte son cruciales y, como dice la psicóloga clínica Meg Jay, definitivamente los treinta no son los nuevos veinte. Jay, en una de las mejores charlas que he visto en TED Talks, se enfoca en el recurrente fracaso que sufren muchas personas cuando se dan cuenta todo el tiempo que desperdiciaron en sus veintes. 

Narra cómo a su consulta llegan muchos “jóvenes” (de treinta para arriba) con las expectativas por los suelos, quejándose de lo que no consiguieron y de lo que no construyeron cuando debían hacerlo. 

Por olvidarse del valor del tiempo llegaron a los treinta sin la pareja que esperaban o sin hacer la actividad que hubieran querido hacer. O, en el peor de los casos, se casaron con el que estuvo ahí ese rato y ahora están divorciados. Su década voló y les golpeó.  

Lo más curioso, al menos en el aspecto interpersonal, es que el riesgo es mayor para las mujeres. El “mercado” de parejas en los treinta es diferenciado para los dos sexos. 

Para las mujeres, la década de los veinte es la mejor que tienen para casarse. Les guste o no, son más atractivas que en otra década y están en su pico reproductivo, lo que las hace más deseables y les permite competir por los mejores varones o que éstos compitan por ellas. Por eso, la cultura actual de posponerlo todo tiene varios riesgos.


©Columna de domingo publicada en el Diario El Heraldo (dom 27 de octubre de 2013) 

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