Depresión post-mundial
Sí, al igual que muchos de ustedes, también experimento una especie de depresión post-mundial. Bueno, no la llamemos depresión, sino más bien una terrible tristeza al saber que tendré
que esperar cuatro años para volver a ver fútbol de tanta calidad.
Apenas se
acabó la final, pregunté qué partidos y campeonatos se acercan para así engañar
a mi cerebro y tranquilizarlo por el gran vacío que se viene. Pero quedémonos
tranquilos: hay buen fútbol todavía.
Es que el campeonato mundial es
único. Es un espectáculo donde se conjugan los más altos valores con las
pasiones más feroces y cada partido (usted los vio) es una lucha hasta el
último minuto. Sin tregua y sin descanso. Si los romanos tuvieron a los
gladiadores y a los coliseos para divertirse, nosotros tenemos a los jugadores
y a los estadios para experimentar esa emoción por la competición. ¡Y vaya que
no ha dejado de ser violento el show! Sino pregúntele a Zabaleta como le quedó
la quijada luego del choque con Kuyt o al “Pipa” Higuaín luego de su golpe con
el portero Neuer. Fue clara la falta de Higuaín al agredir la rodilla del
arquero campeón con su pómulo. ¡Qué osadía!
Y al final, a éste espectáculo no
lo empañan los cuestionamientos a la organización y a los organizadores. El
fútbol triunfa en la cancha y, a pesar de algunos errores arbitrales, siempre
gana el que pelea sin ceder espacios, segundo a segundo y centímetro a
centímetro. Los latinoamericanos soñamos con la esperanza que nos dieron Costa
Rica, Brasil, Colombia y, hasta el último minuto, Argentina.
Pero claro, Alemania demostró su
jerarquía y culminó, con la copa en sus manos, un exitoso ciclo de trabajo que
duró diez años formando talentos y consolidando, más que grandes figuras
individuales, un solvente y temido equipo comandado por Joachim Löw. Los
alemanes se irán con la copa pero nosotros nos vamos con el corazón de
Mascherano; con el talento de James y Kroos; con la maestría de Robben y Klose;
con la garra de Navas y Müller y con el sacrificio y la entrega de Schweinsteiger. Bueno…a
esperar cuatro años más.