La buena conversación

Decía el bonachón y erudito Churchill que una buena conversación siempre agota temas y no interlocutores. El viejo Churchill, experto no sólo en el arte de la política, sino también en los saberes del buen comer y del buen beber (su recorrido etílico diario era impresionante) sabía la importancia de una charla de calidad. 

Es que conversar bien es un arte placentero y envolvente que lo dominan únicamente los caballeros y las damas. Y que no lo pueden practicar todas las personas, sino exclusivamente aquellas que han leído, viajado y vivido mucho y que, en una circunstancia especial, se encuentran con el jugador perfecto. Usted seguro las habrá vivido en aquellas pláticas únicas donde grandes temas y proyectos se discuten y no hacen falta chismes o críticas a extraños para llenar el ambiente y cortar los incómodos silencios. Y seguramente las extraña porque, reconozcámoslo, son escasas.

Precisamente hace algunos días, Arturo Pérez Reverte revelaba uno de los diálogos más fascinantes que tuvo en su vida junto a tres sabios amigos en el cual, dos de las mentes más poderosas de la mesa, adoptaron posturas argumentativas opuestas para robustecer la dialéctica del momento. Así, y de repente, dos escépticos religiosos se habían transformado en articulados dominicos y jesuitas para asombro de sus espectadores. 

Presenciar esa conversación fue rozar la gloria, concluye él mismo. Allí también se refiere al “Oráculo Manual y Arte de Prudencia” de Baltasar Gracián, famosa obra del año 1647 que yo no conocía y que, en su tiempo, era una especie de libro de recomendaciones para triunfar en la época barroca. Algo como el moderno libro de las buenas costumbres de Mathison pero con la solvencia de alguien que escribió “El Criticón” (obra considerada a la altura del Quijote de Cervantes).

Allí, el escritor español recomendó “tratar con quien se pueda aprender” y agregó: “que sea el amigable trato escuela de erudición, y la conversación, enseñanza culta; un hacer de los amigos maestros, penetrando el útil del aprender con el gusto del conversar.” Conversar para aprender; conversar para disfrutar (o conquistar).

Imagen: "La Tertulia del Café de Pombo". (Gutiérrez Solana)

©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (martes 29 de julio del 2014)
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