Esto se acabó
Henrique Capriles, de forma enérgica y resucitando de un
ostracismo auto infligido desde hace algunos meses, lo dijo muy claro hace pocos días: “esto se acabó”.
El modelo chavista-madurista no tiene más pedales que lo
lleven para adelante. Se terminó. Está fulminado. Camina mareado como una res
más en el camal, esperando el disparo de la pistola mortal en la nuca.
Lo que sucede en Venezuela es la apocalíptica consecuencia
de tener delincuentes gobernando un país.
Y delincuentes lo suficientemente inútiles
cómo para desconocer el funcionamiento mínimo de una economía nacional.
Hábiles, eso sí, en la construcción de grandes fortunas mal habidas y nada más.
No se puede decir más de zopilotes carroñeros que ni siquiera tienen
legitimidad democrática pues se robaron las últimas elecciones.
Ese gobierno se acabó y el llamado de Capriles fue para
todos, incluso para los chavistas convencidos que todavía existen—¡qué fenómeno
de Ripley ese! A Venezuela le toca reconstruirse sin Maduro y su gallada porque
lo poco que queda desaparecerá si no se van.
Y es bueno que ustedes sepan lo que se vive ahí. Un gran
amigo me contó esto:
“Venezuela se cae a pedazos. Las colas por la comida estallan en la barbarie y los motines en los supermercados son de todos días.
El martes hice tres horas para poder comprar papel sanitario. El miércoles
esperé dos horas para comprar dos pollos y, para mi suerte, se terminaron en la
mitad de la cola. Enseguida salí y me moví a otro abasto para poder comprar jabón
de ropa. No lo encontré. ¡Tengo dinero y no tengo qué comprar! No hay vitamina
C ni ácido fólico. No hay Centrum, acetaminofén, entre otros medicamentos. Lo
que si hay es terror, de ser robados en cada momento y de que en cualquier
momento estalle un movimiento violento.”
El país que alguna vez fue el más rico de Latinoamérica se
acabó. Una generación completa se acabó. Que el recambio se apure, y que los
ejemplos nos sirvan. Fuerza Venezuela.
©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 18 de
enero del 2015)