La fábula del IESS
Nunca he sido fanático de los sistemas de seguridad social
manejados o controlados de alguna forma por los gobiernos.
Peor aún de aquellos
que no admiten la competencia de la empresa privada.
Si el sólo hecho de confiar el
dinero de la jubilación a terceros –sean éstos empresarios privados o
funcionarios gubernamentales– ya es una pésima decisión financiera
a largo plazo (lean a el último libro del experto Tony Robbins para ver las
trampas cometen todos), que un individuo no tenga opciones y se vea obligado a
entregar parte de su plata a un solo sistema de pensiones es injusto e
ilógico.
Pero claro, no vivimos en un mundo perfecto y los sistemas
de seguridad social estatales existen, con sus diferencias, aquí y varios
países del mundo.
Hay unos menos malos porque han privilegiado el ahorro en
cuentas individuales de ahorro y porque se han mantenido alejados del manoseo
político de turno.
Ese nunca ha sido el caso del Instituto Ecuatoriano de
Seguridad Social, peor aún en estos últimos ocho años de gobierno donde se
convirtió en el acólito máximo del proyecto político reinante.
Y ojo, en uno
muy efectivo: succionador de recursos (por mandato legal) de millones de
trabajadores públicos, empleados privados y empleadores privados.
Estos últimos los más afectados por su potencial e insólita
consideración de criminales si no afilian a sus empleados (artículos 243 y 244
del COIP).
¿Y por qué se ha convertido en el acólito máximo del gobierno? dirán
muchos.
Pues porque si bien ingentes sumas de dinero se han ido a préstamos
hipotecarios y proyectos inmobiliarios, gran parte se ha ido a la compra de
bonos del Estado, y de éste Estado, osea a deuda pública interna.
Sin embargo, hoy nos dicen que no hay deuda alguna entre el
Estado y el IESS y que se retirará el 40% que aportaba a las jubilaciones.
Con
eso, el esquema Ponzi que siempre ha estado vigente se encrudecerá aún más y la
plata, que sí es plata de los afiliados, no quiero saber cómo terminará.
Lo que
sí sé es que esto ya parece una fábula de Esopo con moraleja evidente y
cansina.
©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 12 de
abril de 2015)