Commodities legales
El término commodity es común en nuestro vocabulario
actual.
Significa 'mercancía' y en economía
lo utilizamos para hablar sobre el
oro, el petróleo o el cobre (aunque hoy incluso el jugo de naranja o el café se
han unido al grupo).
¿Pero qué pasa
cuando el derecho se convierte en un commodity?
Es decir, en un producto con poca diferenciación que es valorado y demandado en
cualquier parte del mundo.
Claro que, dentro
de ese gran océano que es el derecho, me refiero a uno en específico: el
derecho anglosajón de los contratos.
Popular gracias a un fenómeno que se ha gestado
de forma espontánea en las últimas décadas y que se expande cada día, el
derecho anglosajón contractual que nutre a países como Inglaterra o los Estados
Unidos (diferente al derecho continental-romano-francés que tenemos en el
Ecuador) es el producto legal más consumido en nuestros días.
Lo demandan las
compañías transnacionales por la flexibilidad para hacer negocios y los
organismos internacionales por la seguridad que brindan a sus operaciones,
todos bajo la administración de las grandes firmas de abogados angloamericanas.
Como bien lo dijo
un ex canciller del Reino Unido, el derecho anglosajón de los contratos se ha
convertido en un commodity global porque es un sistema que le gusta a la gente. Que en mercados cada vez más complejos, sofisticados e interrelacionados provee
predictibilidad en el resultado, certeza legal y justicia.
Además, otra
ventaja reside en la calidad de su infraestructura, de sus jueces y sus
árbitros. Londres y Nueva York se han convertido en las capitales legales del
siglo XXI.
¿Que le depara
entonces a los países con sistemas continentales? ¿Se quedarán fuera de los
grandes flujos de inversiones?
O, peor aún, ¿qué pasará con países como el
Ecuador que no pueden ofrecer estabilidad jurídica porque cambian su
Constitución y sus leyes a cada rato?
Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 11 de octubre de 2015)