Libros y miembros imperiales
Podríamos creer
que en un mundo con tanto teléfono inteligente y wasap las oportunidades para
los libros (esos viejos rectángulos con hojas que leían nuestros abuelos) están
desapareciendo.
Que algún día serán solo recuerdos y que en pocos años
únicamente necesitaremos de las odiosas pantallas brillantes de teléfonos y tabletas para leer novelas de Javier Marías o Michael Houllebecq -o "Crepúsculo 17: zombis vs.
vampiros", qué se yo.
Pero estaríamos
equivocados porque los libros no se van a ningún lado. Es cierto que la forma
de leer ha variado con la tecnología pero el valor de un libro sigue latente.
Lo comprobé hace días cuando, movido por un reportaje publicado en la prensa, visité
la famosa librería "Maggs Bros." en su nuevo local en la calle Curzon
en la capital inglesa.
Más que una librería en realidad es un anticuario de
libros con artículos adicionales realmente sorprendentes. Entre ellos, innumerables
cartas de escritores famosos y hasta el mismísimo pene disecado del Emperador
Napoleón en un cajita de madera.
Pero olvidémonos
de ese lamentable y "doloroso" suceso imperial y centrémonos en lo
interesante. Esa librería, que desde afuera se ve pequeña y que solo vende
libros usados, ha llegado a ganar hasta 18 millones de dólares al año.
El
negocio es boyante y los compradores vienen de todas partes. Lo fundó en 1853
Uriah Maggs y desde ahí lo han administrado sus descendientes hasta convertirlo
en el anticuario de libros manejado por una misma familia más antiguo del
mundo.
Y uno de los más extraordinarios,
claro está. Se encuentran desde ediciones del Quijote con preciosas ilustraciones
en plumilla de 1780 hasta decretos reales firmados por los Reyes Católicos en
1488 para la protección de marinos mercantes.
Y a diferencia de un museo, aquí
cada cosa tiene precio y puede ser adquirida. Un verdadero parque de
diversiones para coleccionistas y amantes de los libros.
© Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 20 de diciembre de 2015)