Dolorosa perfección

Una sensación de desolación me invadió la mañana del domingo pasado. 

Las seis horas de diferencia que tiene en esta época Londres con Ecuador hacen que cuando uno aquí se despierte allá recién empiece la noche de todos. Y cuando lo hago, generalmente tengo el (mal)hábito de consultar las redes sociales y en especial Twitter para informarme. Ese día, apelando a la costumbre, lo hice.

Sin embargo, la pasividad que las caracteriza a esa hora había desaparecido: las redes no estaban dormidas. Los ecuatorianos no estaban dormidos. 

El terrible terremoto había sacudido al país pocas horas antes y durante toda la noche del 16 de abril y la madrugada del 17 las redes explotaban clamando información y ayuda.

Había desesperación porque los medios tradicionales habían fallado en comunicar inmediatamente y no se sabía con exactitud cuáles eran las poblaciones más afectadas. Luego de que eso se clarificó, la gente empezó a preguntar por familiares y conocidos que tenían allí. ¡Yo mismo lo hice cuando me enteré que una prima estaba ese momento incomunicada desde Pedernales! 

Desgarradoras llamadas en vivo también se recibían en la única radio a nivel nacional que trasmitía a esa hora. 

Salvo aquellos que lamentablemente estuvieron en Manabí y Esmeraldas, no creo que alguien imaginó la magnitud que tendría la tragedia. 

Los alcances a los que llegó la destrucción inmisericorde de vidas humanas, familias e infraestructura. Pero cuando se comprendió su dimensión, las redes nuevamente se activaron para dejarnos la demostración más espectacular de solidaridad espontánea y de coordinación humanitaria que nuestra historia nacional ha conocido. 

¿Cuántas vidas se hubieran salvado, por ejemplo, si existía algo así luego del terremoto que destruyó Ambato en 1949 y se tragó a una ciudad completa, Pelileo? Y la coordinación no ha cesado (aunque sí se ha resentido luego de las medidas económicas anunciadas por el gobierno). 


Las redes, incluso con sus excesos, su desorden y sus imprecisiones, han sacado lo mejor de nosotros por algunos días. Han dado voz a la solidaridad y momentáneamente han nos han unido como país. Mi deseo: que hoy no se apaguen hasta reconstruir lo que se cayó.

CC Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 24 de abril del 2016)
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