Ataque a las universidades
Los nuevos
ataques a las universidades ecuatorianas no parecen ser gratuitos. Llegan justo
cuando un escándalo empaña a los directivos gubernamentales de la educación
superior y cuando el control oficialista de ciertas instituciones de enseñanza
está bloqueado -por no decir
perdido con los meses que restan hasta el cambio de administración.
Además, hay
ese afán muy comentado hace algún tiempo de convertir a ciertas universidades,
en especial a la Universidad Andina Simón Bolívar, en un recurso de poder al
que migraría la plana correísta en caso de perder las elecciones el 2017.
Lo que también se
intuye es el impulso de reforzar la introducción de los paraísos fiscales, de
ilegalidades y de Panama Papers, en el discurso electoral. Se han propuesto
contaminar todo el escenario para ver cómo retoman fuerza ideológica en la
retórica y cómo rascan algunos votos. Incluso acaban de infectar el proceso
electoral con la propuesta de consulta popular sobre la prohibición de ser
servidor público y tener bienes o capitales en paraísos fiscales.
Pensar que la
servil Corte Constitucional no dará paso a éste pedido es de ingenuos. Su
independencia del poder se ha limitado estos años a cambiar el tipo de letra y
los márgenes de los documentos que reciben de arriba. Una vergüenza, la verdad.
La presentación
en contra de las universidades que el Director del Servicio de Rentas Internas
desplegó en la Asamblea hace pocos días inició con una frase sobre
transparencia financiera y desigualdad de Thomas Piketty, el nuevo santo de la
izquierda pseudointelectual.
¿Transparencia financiera y desigualdad? ¿En
serio? ¿No tienen que limpiar su propio gallinero antes de perseguir aún más a
las universidades ecuatorianas, a las que ya han ahorcado diez años? ¿No tienen
acaso empresas públicas, cuestionados directivos y bandas de cuellos blancos
con comprobados negocios off-shore? ¡Veamos cuánto les dura la bomba de humo!
cc) Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 17 de julio del 2016)