Naranjal ha sido Macondo


Quién hubiera pensado que Macondo no estaba tan lejos como creíamos. Que no era ese pueblito imaginado por García Márquez en los adentros colombianos sino que todo el tiempo estuvo frente a nuestras narices. ¡Qué en realidad se llamaba Naranjal y estaba en la provincia del Guayas!

También es posible que en Naranjal se haya radicado un descendiente no conocido de don José Arcadio Buendía que, hábil como los de su linaje, insufló algo de ese embrujo novelesco al cantón guayasense. Quién sabe migró al Ecuador cuando se enteró de que nos convertimos en "potencia mundial" gracias a la revolución ciudadana -como nuestro vicepresidente lo sugirió- y se estableció aquí. ¿Será un primo lejano del que nació con cola de cerdo? ¡Habrá que investigarlo!

Lo cierto es que Naranjal es, hoy por hoy, el vivo retrato del realismo mágico latinoamericano. Del realismo mágico legal, aclaremos. Su protagonista, el juez Cojitambo (de quien no puedo asegurar si está emparentado o no con la familia Buendía), decidió embargar y rematar media ciudad. Sí, media ciudad. No un terreno o una casa sino la mitad de una urbe. 

Específicamente 496 hectáreas de las 827 que componen el centro de Naranjal. Allí habitan 20.000 naranjaleños, existen escuelas, calles, hospitales, 42 bienes públicos y más de 6.000 predios. Pero al juez eso no le importó. O se olvidó de revisar bien el proceso o quiso pasar a la historia como una leyenda.


Ya hay hasta fecha de remate: 21 de septiembre. Sospecho que si la población logra frenar el absurdo remate el día podría convertirse en una festividad local -sin el juez Coitambo como prioste, por supuesto. ¡A resistir naranjaleños!

cc)Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 14 de agosto del 2016). 
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