El malo patea al bueno

Aunque el título de éste artículo pareciera el nombre de una película western de Clint Eastwood, en realidad describe un importante postulado de la economía liberal: la “Ley de Gresham”. 

Algo que podría darse en el Ecuador si en algún momento se emitiera dinero electrónico, posibilidad prevista en el Código Monetario (Art 101).

Esta ley (que en realidad es una consecuencia económica) establece lo siguiente: cuando el gobierno fija tipos de cambio a monedas en circulación, el “dinero malo” saca del mercado al “dinero bueno”. El “dinero malo” es dinero sobrevaluado artificialmente y el “dinero bueno” es dinero subvaluado artificialmente, ambos por la intervención del Estado. Si bien la Ley de Gresham puntualiza perfectamente las consecuencias de la intervención estatal y la fijación de precios en esquemas con monedas sustentadas en metales (oro, plata), su noción básica es aplicable a nuestro tiempo, donde se emite moneda sin respaldo en metales.

En este sentido, supongamos que el Banco Central del Ecuador (BCE) o la superpoderosa Junta de Política y Regulación Monetaria y Financiera decidieran emitir moneda electrónica.  En minutos tendríamos dos monedas en circulación: el dólar estadounidense y el dinero electrónico. Y, si bien en el código se establece que éste último deberá estar respaldado en activos líquidos del BCE, su sola creación ya implicaría que nuevos especímenes monetarios entren al mercado y circulen entre los ciudadanos. Con un ingrediente adicional: si el Estado tuviera severos problemas de caja, podrían ser implementados a la fuerza (pagando a contratistas, por ejemplo). Como bien dijo el economista Pablo Dávalos, de un plumazo podrían crearse 1000 millones de dólares, promoviendo una liquidez repentina que provocaría inflación y afectaría gravemente a la dolarización.

Volviendo a Gresham, en ese escenario la moneda electrónica sería el “dinero malo” al ser dinero ficticio y sin sustento y el dólar estadounidense sería el “dinero bueno”. El dólar, al no poder ser emitido por nuestro país, actuaría (y actúa hoy) de facto como una moneda basada en patrón oro y, por ende, aparentaría ser más valiosa y segura que su par electrónica. Así, los ciudadanos utilizarían la moneda electrónica en sus transacciones diarias y ahorrarían o enviarían sus dólares fuera, sacando así del mercado ecuatoriano al dólar y precautelando su “dinero bueno”.

© Artículo publicado en el Diario El Heraldo (martes 19 de agosto del 2014)
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