El terremoto que se hizo fiesta
Algunas fiestas tienen más sentido que otras. Y me refiero a
las festividades que ciudades y pueblos celebran anualmente e identifican a sus
habitantes con símbolos importantes y duraderos, con verdaderos valores.
Ese es
el caso de la Fiesta de la Flores y las Frutas que se lleva a cabo cada año durante
el carnaval en Ambato que muestra, precisamente, el carácter determinado y
emprendedor de los ambateños.
Luego del terrible terremoto que sufrió la ciudad el cinco
de agosto de 1949, los ambateños decidieron levantarse. A pesar que el
epicentro del sismo tuvo lugar en la ciudad de Pelileo, en el Pelileo “viejo” cómo
se le conoció y que desapareció por completo luego de la catástrofe, las
consecuencias en Ambato fueron nefastas.
La ciudad perdió, lamentablemente, gran parte del casco histórico y hasta la magnífica catedral de piedra que se alzaba donde se encuentra la actual.
La ciudad perdió, lamentablemente, gran parte del casco histórico y hasta la magnífica catedral de piedra que se alzaba donde se encuentra la actual.
Así, el Centro Agrícola Cantonal ideó una fiesta que
devolviera la alegría a sus habitantes y, lo más importante, pusiera nuevamente
a la ciudad en el imaginario nacional.
La iniciativa encontró el apoyo incondicional de un gran alcalde y líder mayor de la provincia durante dos décadas: José Arcardio Carrasco Miño. “Don Pepe”, como le conocía el pueblo, había ganado las elecciones en noviembre de 1949 y venía desde entonces forcejeando con la Junta de Reconstrucción de Tungurahua por nuevas obras que no llegaban y que incluso le llevaron a un enfrentamiento personal con el entonces presidente de la República, Galo Plaza Lasso.
La iniciativa encontró el apoyo incondicional de un gran alcalde y líder mayor de la provincia durante dos décadas: José Arcardio Carrasco Miño. “Don Pepe”, como le conocía el pueblo, había ganado las elecciones en noviembre de 1949 y venía desde entonces forcejeando con la Junta de Reconstrucción de Tungurahua por nuevas obras que no llegaban y que incluso le llevaron a un enfrentamiento personal con el entonces presidente de la República, Galo Plaza Lasso.
Posteriormente, en sesión de 3 de julio de 1951, y con el
apoyo de concejales entre los que constaban Antonio José Tovar, Alonso
Castillo, Carlos Toro Navas y otros más, se dictó la ordenanza que instituyó la
fiesta y empezó la historia local que hoy vivimos en cada carnaval.
El símbolo más importante, sin duda, es la ofrenda y el
agradecimiento religioso que se da por las frutas, las flores y la oportunidad
de levantarse con éxito de una tragedia, aunque claro, el agradecimiento por las
mujeres tan guapas que nacen aquí no puede faltar.
Referencias tomadas del libro "El Alcalde y el Pueblo" escrito por mi abuelo, Luis Torres Carrasco, sobre la biografía de su tío, José Arcardio Carrasco Miño.
©Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 15 de
febrero de 2015)