Ciudades modernas

¿Por qué unas ciudades parecen estar más vivas que otras? 

¿Por qué unas reúnen a personas de todo el mundo, con sus culturas y sus formas, y otras mas bien ahuyentan al extranjero y, a veces, hasta expulsan a sus propios habitantes? 

Esta inquietud nace, necesariamente, del contraste entre las grandes capitales del mundo como Londres, Nueva York, Madrid o Berlín y otras capitales que no tienen (o parecen no tener) tanto esplendor.

Si pensamos de una forma simple y fácil de entender, la proteína que nutre a las ciudades viene de dos fuentes: de sus residentes y de sus visitantes. 

La primera tiene que ver con el esfuerzo e ingenio de las personas que trabajan, producen y viven en el espacio que circunscribe a la ciudad. 

La segunda, en cambio, con lo que personas de fuera ven interesante en la ciudad que no es de ellos. Allí aparecen el turismo, los negocios y las oportunidades de trabajo.

Una ciudad necesita la sinergia de éstas dos fuerzas para progresar sin detenimiento. 

Además, son ellas las que llaman a más personas y permiten la mezcla y riqueza de culturas en un mismo entorno. 

Si una ciudad únicamente se convierte atractiva para la industria y el comercio pero fea para el turismo terminará siendo una ciudad-depósito, sin atractivo para las nuevas generaciones y sin posibilidad de atraer a foráneos. 

Por otro lado, una ciudad-mostrador, que sólo vive del turismo pero carece de un músculo productivo importante también se estanca y no florece.

Otro tema es la provisión de servicios. Cuando una ciudad logra convertirse en un referente de servicios jurídicos, bancarios, educativos o profesionales de cualquier índole ha dado el paso más complejo y grande de todos. Las grandes capitales del mundo se diferencian de las demás por eso.

Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 16 de agosto del 2015)
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