Págueme el viaje

La tecnología parece estar modificando la manera en la que trabajamos y también la manera cómo regulamos ese trabajo. 

Y no me refiero únicamente al reemplazo de trabajadores-cajeros por máquinas en cadenas como McDonald’s Walmart o Tesco (fácilmente explicable por la subida del pago mínimo por hora), sino a la aparición de nuevos e interesantes "derechos".

Primero estuvo la famosa prohibición francesa de que trabajadores revisen y contesten correos electrónicos pasadas las seis de la tarde para que no se les obligue a trabajar fuera del horario de oficina. 

Esto, a pesar de toda la alharaca internacional, terminó siendo un fiasco informativo que sepultó aún más la pobre fama de los galos considerados -tal vez por los alemanes- como grupo perezoso de Europa y bon vivant por excelencia.

En realidad nunca hubo una ley sino un acuerdo entre algunos sindicatos y empresarios para que ciertos trabajadores autónomos con contrato por días y no por horas (en Francia la semana de trabajo es de 35 horas), se desconecten totalmente de comunicaciones electrónicas si han trabajado hasta 13 horas por día; algo lógico, aparentemente.

Lo nuevo ha llegado esta semana gracias a una sentencia dictada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (y esto sí es precedente jurídico). 

Se trata de la consideración laboral del 'traslado al trabajo' como trabajo. En otras palabras: "pague por el trabajo y por el viaje al trabajo".

El caso llegó al Tribunal por consulta luego de que una compañía española -otro grupo denostado por los germanos- resolviera cerrar sus oficinas provinciales en España y concentrara a todos sus empleados en su sede de Madrid. 

La compañía se dedica a la instalación de sistemas de seguridad antirrobo y sus trabajadores deben desplazarse de lugar en lugar montando los aparatos.


Antes del cierre de sus dependencias, la compañía contabilizaba el trabajo desde que los empleados llegaban a la oficinas (como es normal). 

Sin embargo, luego del cierre de las sucursales, el tiempo se contabilizó desde que llegaban donde el cliente, sin considerar el desplazamiento mas que como tiempo de descanso fuera de la jornada laboral. 

Con traslados que a veces duraban tres horas o recorrían cien kilómetros, la situación llamó la atención y hoy ya es parte del trabajo cuando el trabajador carece de lugar de trabajo fijo o habitual.

Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 13 de septiembre de 2015)
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