La salud de un candidato
A Franklin D.
Roosevelt la vida le cambió en una tarde. Todavía era un joven abogado de 39
años con altas aspiraciones políticas cuando un día, luego de caminar en su casa
de verano ubicada en la isla canadiense de Campobello, se sintió cansado y
decidió tomar una siesta.
Sin embargo, al levantarse se dio cuenta que no podía
mover las piernas. Se encontró completamente paralizado desde la cintura hacia
abajo. El futuro presidente de los Estados Unidos se enfrentó, desconcertado y
sorprendido, ante un escenario para el que nadie le había preparado.
Dos semanas más
tarde conoció que sufría poliomielitis y que quedaría permanentemente
paralizado e imposibilitado de pararse o caminar sin soporte. Sin embargo, y
quizás en una de las demostraciones más interesantes de voluntad humana,
Roosevelt se impuso a su discapacidad y ganó cuatro elecciones presidenciales,
convirtiéndose en uno de los grandes líderes del siglo XX.
No obstante, en todo
esto hubo un detalle particular: los ciudadanos norteamericanos nunca
conocieron la gravedad de la discapacidad que sufría el político neoyorquino.
Sabían que la tenía pero no sabían que no podía moverse sin soporte y que su
condición le obligaba a descansar continuamente. Roosevelt vivió en una época
de incipiente televisión y nula 'videopolítica'. Nada que ver con la que la
vivimos ahora.
La gran pregunta
siempre será saber si Roosevelt hubiera tenido el éxito que tuvo si se hubiera
conocido completamente su discapacidad. Porque la salud de un candidato parece
tener una gran importancia para un votante, al menos en los Estados Unidos. Los
últimos sucesos sobre el frágil estado físico de Hillary Clinton lo demuestran.
A los ciudadanos les preocupa que su presidente no tenga las fortalezas
necesarias para desempeñarse un cargo que soporta grandes tensiones y presiones. En la elección americana de noviembre esto sin duda pesará. ¿Pesará en las
elecciones ecuatorianas del 2017?
cc) Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 18 de septiembre del 2016)