No voten por el animal
Donald Trump es
un animal. La reciente grabación que ha salido a la luz, donde sin desparpajo y
a micrófono abierto habla muy mal sobre sus conquistas -si se las puede llamar así, demuestra que
no está capacitado para ejercer el cargo más importante de su país.
Que su paso
por la presidencia llenaría de incertidumbre a una nación que, bien o mal, ha
intentado llevar hasta hoy personas con algo de valores a sus cargos políticos.
Trump no tiene
ningún tipo de valor. No tiene dios ni ley. No tiene límites ni pudor. Es un
saco de procacidades sin fondo que ya no sólo molesta sino que asquea
terriblemente.
Durante algún tiempo me inoculé la idea de que era un mal menor
frente a los nefastos Clinton pero la paciencia se me agotó. Y parece que a
muchos norteamericanos también. Simplemente no puede sentarse en la oficina
oval porque los Estados Unidos no pueden permitirse una mancha así en su
historia republicana.
El dilema es que
en la otra orilla están Hillary y Bill que no son, precisamente, los mejores
modelos de principios y valores en la vida pública y privada. Y que quizás son
hasta peores, pero que por lo menos intentan guardar las formas.
Y a estas alturas,
con dos opciones tan malas y negativas para el futuro, no queda otra más que
votar por a menos apesta. No hay alternativa.
Que voten por Clinton y soporten
las consecuencias, pero no que lo hagan por un payaso timador que no controla
su lengua, que no para de insultar a las mujeres y que vive para el show. Que
nos tiene a todos en su show.
cc) Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 9 de octubre del 2016).