Por qué Colombia debe votar NO

Santos, Castro y Timochenko
Respeto mucho a Colombia y a los colombianos. A fin de cuentas somos vecinos, aunque basta encontrarse con uno en el exterior para sentirlo como un hermano más. Respeto también a los que desean la paz y a los que aprobarán con su voto el acuerdo que selló el gobierno con las FARC. Tienen razón en desearla y buscarla y, más aún, en reclamarla luego de tantos años de guerra y división.

Pero les digo que yo, si tuviera que votar hoy -como lo están haciendo ellos- optaría por el No. Es complicado, lo sé. Decirle no a un plebiscito al que se lo ha denominado "por la paz" no se vende muy fácil. Peor aún negarle a un pueblo su elemental derecho a vivir en paz y sin violencia, quizás la mayor obligación que le debe un Estado a sus ciudadanos.

Pero me temo que un Sí desate nuevos problemas y no tantas soluciones. Temo que difumine un panorama en el que, de alguna forma, estaban claros los bandos entre buenos y malos. Entre víctimas y delincuentes. Entre ciudadanos respetuosos de la Ley y ciudadanos indiferentes ante ella.

Temo que instituciones cuidadosamente construidas por los colombianos durante años sean penetradas e infiltradas por individuos que precisamente las han combatido desde que nacieron. Que el dinero sucio, del cual éstos nunca se desprenderán por elemental lógica, no se esconda más tras bastidores sino que trabaje libre y sin obstáculos contaminando la política, la comunicación, la justicia y la educación.

Temo también que el acuerdo, buscado en principio por la propias FARC, no sirva para que éstas dejen el narcotráfico y el crimen sino para que únicamente combatan con más poder a los narcos mejicanos por la cuota del mercado que perdieron en los últimos años. Que les dé más vigor y aliento en vez de darles un final. En definitiva, temo que con esto no haya paz sino engaño y mentira y que, una vez más, los buenos sean víctimas de su propia bondad. 

cc) Artículo publicado en el Diario El Heraldo (domingo 2 de octubre del 2016). 
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