El olvido es la única venganza
Con acierto decía
Borges que el olvido es la única venganza. Y agregaría, que quizás es la más
efectiva de todas. Pero claro, no todos pueden olvidar porque no es fácil. Es
trabajoso y requiere disciplina.
El recibimiento
al expresidente Correa en el aeropuerto de Guayaquil no tuvo nada de olvido.
Las arengas en su contra en la Plaza de Toros de Latacunga -donde por cierto
tuve la suerte de presenciar el arte del maestro Ponce-, tampoco. Correa sigue
presente en la mente de muchos. El Ecuador sigue correizado, lamentablemente.
Al aeropuerto
fueron muchos de sus detractores, algunos quizás con todo el derecho porque
fueron personalmente víctimas de los abusos y las prepotencias de su gobierno, pero
también fueron los politiqueros arrabaleros de siempre a hacer el show que, por
anales de la historia, siempre les compete. La cloaca es su política, desde
tiempos inmemorables.
Lo cierto es que
no hay olvido y eso, a pesar de todas las dificultades que le implica, es un
éxito para Correa. Le permitirá hacer política por muchos años más -y desde Twitter, que es más triste.
Sería peligroso,
sin embargo, que incluso con todo el odio y aborrecimiento que cosecha luego de
tantos años de abuso, aproveche la lentitud económica del presidente Moreno
para tumbar dos o tres preguntas cruciales de la Consulta Popular.
Llegó con su
partido desmembrado y con su exvicepresidente en pleno juicio, pero sería de
tontos subestimarlo completamente. Que logremos olvidarlo sería lo mejor. ¿No
fueron acaso peores las imágenes del minúsculo grupo de gente que lo recibió al
día siguiente que las del aeropuerto?
Artículo publicado en el Diario El Heraldo (26 de noviembre del 2017)