¿Todos podemos innovar?
En tiempos como
los actuales es crucial innovar, redescubrir y rediseñar casi todo lo que nos
rodea.
Nuestros negocios, los servicios profesionales que ofrecemos o la forma
en que hacemos política.
En definitiva, nuestra manera de entender el mundo. Si
nos comportamos como los demás lo hicieron hace cincuenta o cien años vamos
directo al fracaso y a la desaparición.
Pero, ¿podemos
hacerlo? ¿Es tan fácil? Mucho me temo que, al menos desde Latinoamérica -con
ciertas excepciones-, no es tan sencillo.
No se dan aquí los primeros pasos.
Estamos a la merced de lo que otros lugares se piensa, crea y expande,
principalmente en los Estados Unidos y Silicon Valley, esa inusual ubicación
geográfica desde donde la humanidad da cada uno de sus grandes pasos.
Podría sonar
lejano a ajeno, pero estoy convencido de que cada paso que se da en un
laboratorio de ideas en ese lugar influye, inmediata o luego de algún tiempo,
en la vida de un individuo que vive en la avenida Cevallos de Ambato. O en la de
uno que trabaja en la calle Olmedo de Quito.
Se evidencia en
los celulares que hasta el menos rico tiene y usa, en las películas que verá,
en las redes sociales con las que se comunica con sus conocidos, en las
inyecciones que se pondrá cuando se enferme o en los buses y camiones
eléctricos en los que se subirá cuando viaje a Otavalo. En todo. La conexión
hoy es indiscutible e indestructible.
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La influencia que
tienen dos grandes innovadores como Elon Musk o Jeff Bezzos, por ejemplo,
alcanza ya varias industrias que van desde el periodismo, la movilidad, la
comida o el comercio.
Y van por más. Todo sigue evolucionando y cambiando, sin
que nosotros nos demos cuenta o participemos en su nacimiento.
Artículo publicado en el Diario El Heraldo (19 de noviembre del 2017).